Tuesday, August 29, 2006


CANTO DEL MACHO ANCIANO


Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
O enarbolando el gran anillo matrimonial herido a la manera de palomas que se deshojan como congojas,
escarbo los últimos atardeceres.


Como quien arroja un libro a de botellas tristes a la Mar-Océano
o una enorme piedra de humo echando sin embargo espanto a los acantilados de la historia
o acaso un pájaro muerto que gotea llanto,
voy lanzando los peñascos inexorables del pretérito
contra la muralla negra.


Y como ya todo es inútil
como los candados del infierno crujen en goznes mohosos,
su actitud llena la tierra de lamentos.


Escucho el regimiento de esqueletos del gran crepúsculo,
del gran crepúsculo cardíaco o demoníaco, maníaco de los enfurecidos ancianos,
la trompeta acusatoria de la desgracia acumulada,
el arriarse descomunal de todas la banderas, el ámbito terriblemente pálido
de los fusilamientos, la angustia
del soldado que agoniza entre tizanas y frazadas, a quinientas leguas abiertas
del campo de batalla, y sollozo como un pabellón antiguo.


Hay lágrimas de hierro amontonadas, pero
por dentro del invierno se levanta el hongo infernal del cataclismo personal, y catástrofes de ciudades que murieron y son polvo remoto aúllan.

(...)

Fragmento del poema del mismo nombre por Pablo de Rokha, chileno, 1894-1968.

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